Miró la pantalla de ordenador y lo conectó, seleccionó el usuario y esperó.
No había tenido un buen día, las cosas no iban muy bien, ni en casa ni fuera de ella. Estaba pasando por un momento de su vida, en que todo estaba desordenado y caótico. No entendía como había pasado, pero todo estaba dando vueltas sin parar. Los amigos pasaban a ser conocidos, y gente desconocida tomaba relevancia.
El ruido del ordenador la alarmó, indicándole que la configuración estaba completa. Se sentó en el escritorio sin saber que pretendía hacer. Sin darse ni cuenta el ratón se movió solo hasta el icono del juego.
Sonrió, siempre le pasaba lo mismo. La ventana se abrió ocupando toda la pantalla y ella tecleó la contraseña. Los personajes aparecieron en el orden conocido, y escogió a su preferida. La pequeña elfa maga de orejas picudas. Pulsó el ratón y el mundo de fantasía apareció ante sus ojos.
Se sintió bien, siempre que entraba en es maravilloso mundo, algo cambiaba dentro de ella, algo se tronaba mejor. La gente hablaba sin saber, como de costumbre, y nadie entendía como se podía pasar horas de cara a la pantalla.
Era muy simple de explicar. Ese mundo, en el que podías ser lo que quisieses, hablar con quien te apetecía, hacer lo que te venía en gana, era perfecto. Pero no por el juego en sí, sino por las sensaciones que causaba en ella. Allí nadie la podía herir, nada estaba mal, ella era libre con su personaje y punto.
Desconectó, sintió en sus manos la energía, el poder de la magia, el calor que desprendía. y todo se volvió real. El increíble poder de su imaginación se lo permitía.
Abrió los ojos y sintió el sol en la piel desnuda, y la hierba bajo sus pies descalzos. Sus manos ahora eran de un suave color azulado y su piel estaba envuelta por unas hermosas marcas, que hacían filigranas por todo su cuerpo. Su pelo azul oscuro, largo hasta los tobillos, estaba recogido por dos trenzas.
Sus ojos casi blancos desprendían un sutil fulgor, que los hacía brillar en la oscuridad, como los ojos de una fiera. Sus ropas eran livianas como una pluma pero resistentes a los ataques. Vestía una larga túnica oscura con bordados en plata, y una pesada capa con capucha que rozaba el suelo. El báculo estaba echo de madera, con hojas y enredaderas creciendo en él, y una gran esfera luminiscente lo terminaba.
Alzó las manos y conjuró a su montura favorita. Un carnero de color gris apareció delante de ella. Era una hermosa bestia, con unos cuernos retorcidos que le daban un aspecto fiero y agresivo. Ella se acercó y le acarició la frente, el animal la miró fijamente, como si la invitase a subir en él. Le agarró de las riendas y montó. El carnero comenzó a correr y el viento parecía impulsarlos.
Se sentía libre de verdad, se rió con fuerzas mientras cabalgaba por el tupido bosque. No le hacía falta nada más, en ese momento, era feliz.
El crepúsculo se acercaba rápido, y el cielo adquirió un tono rojizo y anaranjado. Cuando la oscuridad inundó el bosque, su sentido de la vista se agudizó, permitiéndole verlo todo.
Los pequeños fuegos fatuos bailaban y jugaban alrededor del gran lago que lindaba con el camino. Uno de ellos se le acercó curioso y se quedó mirándola. Ella sonrió.
Todo era increíble en aquel mundo. Todo la asombraba. Todo era perfecto.
Continuó su largo camino hacia la ciudad sin pensar en nada, con la mente en blanco. Le acarició el cuello al animal y miró hacia adelante, hacia el horizonte. Levantó la cabeza y la brisa nocturna la envolvió por completo. Definitivamente, era libre y feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario